Calle José Martí, extraña para cualquiera pero más para mí. La dulce sensación de estar tan cerca, entrar caminando, subir, ver alfombras quemadas, sillones de lona. Pasar. Cerrar. Leer indicaciones claras en caso de incendio o terremoto y la hora de entrega. Llave de rectangular llavero. El plástico intenso cae sobre una repisa de loza parecida al marmol que hacía juego con ambos retretes paralelos armonizados por interminables gotas.
Distancia prudente. Momento mínimo y una perilla que brota de la pered perlada con el señalamiento universal: off/on.
Captura de gráficas. Nada queremos simplemente olvidar ahora e inmortalizamos. Quedó el testimonio luego de una intensa luz blanca que ilumina efímera. Aprisa salgo. José Martí se ilumina. Largo invertebrado me traslada. Tenía que buscar el uniforme de su hijo. Yo debía regresar.
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